Querida Roxana:
He llegado sin problemas a Lima. Me he hospedado en este hotel de dudosas tres estrellas desde donde te escribo esta noche. He regresado de comprar algunas cosas y me ha costado tanto decidirme a escribirte de nuevo. Durante todo el vuelo me he reprochado calladamente a mi mismo por haberte contactado después de tanto tiempo, rompiendo un silencio de tantos años, un silencio que sin querer acordamos mutuamente; sin embargo supe desde el primer instante que debías saber lo que estaba pasando con Morris. Es por ello que enviarte un correo electrónico fue más sencillo que levantar el teléfono y marcar tu número, enfrentarme a tu voz e imaginarte del otro lado sosteniendo el auricular y quizá incluso escuchar tu aliento, es algo para lo que no me siento listo aún.
Todo comenzó con un sueño. La mañana aquella en que Morris me despertó diciendo que tenía una idea grandiosa para una novela de ciencia ficción, yo me limite a recordarle que jamás había terminado nada en su vida; sin embargo, como ya sabrás Morris es muy pasional en todo lo que hace; así pues, renunció a su trabajo en Virgin Records y con sus ahorros (si es que tenia) y la ayuda de sus padres se refugió en el apartamento que compartíamos a “escribir” durante varios meses. Debo confesarte Roxana que jamás tuve fe en él, demasiadas veces lo encontré sentado en el sofá de la sala jugando sus estúpidos videojuegos y excusándose cuando yo le recordaba que tenía una novela que terminar, que eso era indispensable para relajarse y poder concentrarse después en su trabajo. La vida suele ser bastante irónica. Varios meses después que Morris entregara su manuscrito a un agente literario, recibió una llamada un tanto inusual; le proponían pues, no publicar la historia como un libro, en cambio convertir la historia en un videojuego. Como has de suponer Morris acepto sin dudarlo un segundo. Cuando el juego salió se convirtió automáticamente en un bestseller, dándole dinero suficiente para financiar su siguiente empresa basada en otro sueño: Un monolito descubierto entre la maleza.
Una tarde entró con una revista National Geographic en la mano; la arrojó sobre mi escritorio y me pidió que leyera un articulo llamado: “Lost Cities” En el se explicaba sobre recientes descubrimientos arqueológicos que confirmaban la existencia de antiguas ciudades perdidas dentro de la región amazónica. Después de leerlo Morris inicio un largo discurso sobre la Cábala y el lenguaje de los sueños, de cómo aquella vez que se decidió a escribir logro algo importante para él, y que esta vez estaba convencido que debía dirigirse hacia el amazonas y encontrar aquel monolito, el ídolo de oro que había soñado y del que no me había querido contar antes. Por supuesto que trate de disuadirlo pero nada funciono, compró una gran cantidad de libros sobre historia y arqueología que para mi sorpresa leyó con afán. Dos meses después de mudarme con Diane pase a visitarlo pues ella estaba muy preocupada por él; esta vez estaba irreconocible, sereno, afable. Con una barba de meses y con tantos los libros y apuntes por doquier, fácilmente hubiera pasado por un intelectual, un hombre de ciencia o cultura. Hablamos durante horas del mismo tema, de su viaje a Perú, de la cultura Inca, de las teorías acerca de Paititi, y tantas otras cosas que a decir verdad, no les tome importancia. Para no hacerlo más largo Roxana; Morris se marchó hace nueve meses. Al principio se comunicaba mucho, conforme las semanas fueron pasando sus contactos se hicieron esporádicos y fueron cesando hasta la nada que preocupaba pero que al mismo tiempo brindaba cierta esperanza. “Las malas noticias viajan rápido” solíamos decir. Pare ser que en el Amazonas no.
Un abrazo,
Arturo