sábado, 20 de junio de 2009

Cinco

Querida Roxana:

Este quizá te parezca el mensaje más largo que te he mandado pero es necesario que lo haga pues no sé cuándo podré enviarte otro. Han pasado ocho días desde que termine de leer los diarios, escritos y todos los artículos que Morris y el alemán dejaron; estoy a punto de partir en una misión sin sentido, obligado en cierta forma por Diane y la familia Morris. Es tanto que no sé por dónde empezar.

Al parecer la decisión de partir nació el día que el Alemán le conto a Morris todo lo que venía investigando, y que comenzó con un libro viejo encontrado en octubre de 1972 en un baúl en la ciudad de Nümberg, Alemania. Este perteneció al abuelo del alemán, un arqueólogo que tras estudiar a fondo la cultura Inca, fue reubicado por órdenes del gobierno nazi en Egipto, lugar donde falleció sin poder terminar de escribir el libro que según él, cambiaria por completo el concepto de historia que tenemos actualmente. Los datos rozan con lo inverosímil. Según estos, fue por el año 1576 cuando el explorador José Antonio Toledo partió de Lima con la meta de llegar al océano atlántico por una ruta que no fuera la de Francisco de Orellana. La empresa era considerada un imposible, y de hecho jamás pudo completarla. Para evitar quedarse sin provisiones, decidió que su estrategia sería diferente; avanzaría lentamente y haciendo uso de los recursos que la selva ofrecía. El pensaba que si había tribus viviendo en la selva era porque era posible sobrevivir a ella, siempre le recordaba a sus compañeros que la razón por la que el rio se llamaba amazonas, era porque Francisco de Orellana había luchado contra mujeres guerreras en la selva. Lo que probaba la posibilidad de subsistir por tiempo indefinido dentro de la jungla. Tomo consigo indígenas y algunos soldados, viajo durante un mes antes de encontrarse en apuros, llevaban pues dos o tres días sin encontrar agua. Los rayos del sol apenas si llegaban hasta el suelo de la jungla y era difícil seguir la trayectoria del sol debajo de los arboles. Sin embargo encontraron un inmenso claro en la selva al que él llamaría “La tregua”, pues les dio un respiro en medio de una interminable vegetación.

El inmenso claro era una sabana de dimensiones no especificadas, pero que según los pocos datos era lo suficientemente grande para poseer pequeñas “islas” de vegetación a lo largo de kilómetros y kilómetros de llanura. En una de estas pequeñas islas encontraron una pequeña laguna de la que bebieron y se alimentaron con carne de lagarto. No transcurrieron muchos días antes que uno de los indios divisara columnas de humo proviniendo de una de estas “Islas” de vegetación; levantaron el campamento rápidamente y se dirigieron al lugar, una hora después llegaron y para su sorpresa encontraron una aldea en llamas y mujeres amarradas. Unos indígenas, al parecer soldados de otra tribu masacraban sin discriminación a los hombres restantes, entre ellos niños. Instintivamente Toledo y sus hombres defendieron a los supervivientes y entablaron batalla, el acero y la pólvora les dieron una amplia ventaja, desde el primer disparo ya estaba ganada la batalla pues el enemigo estaba asustado de muerte con el estruendo de las armas de fuego y las espadas forjadas que brillaban y cortaban sin piedad.

La lengua usada por estos indígenas era diferente a la de los compañeros de viaje, pero la gratitud no conoce lenguaje y se refleja en una mirada sincera. Sin darse cuenta, ya se encontraban escoltando a lo quedaba del resto de la aldea a otra cercana donde al parecer les darían cobijo.

Roxana, debo decirte que tengo mis dudas en contarte más pues lo que sigue es simplemente difícil de creer; he luchado con esto desde el mismo instante en que leía todo esto. Te contare el resto, te contare todo, pero debo primero comprobar algo. El sobrino de Nicodemo a acordado con regresar para dar información en cuanto sepamos algo nuevo, el te enviara el próximo mensaje.

Arturo.