domingo, 23 de noviembre de 2008

Uno

Querida Roxana:

Morris se ha perdido y esta vez no queda duda alguna. La llamada nos ha despertado a las cuatro de la mañana de un miércoles cualquiera y ha dejado en nosotros un sentimiento de incertidumbre que alarga tortuosamente  nuestros minutos. Un tal Capitán Rodríguez  nos ha llamado desde Iquitos, la  ciudad peruana más grande a orillas del  rio Amazonas. Nos ha informado que doce días atrás  cerca de Paraíso, población dentro de la selva,  han encontrado a un hombre mal herido; este después de dos días inconsciente  ha despertado para decir  que estuvo en una expedición con el arqueólogo estadounidense Benjamin Morris. El capitán Rodríguez ha llegado al hotel donde se hospedo la última vez en la ciudad y donde aún conservaba muchas pertenencias, entre ellas nuestro número de teléfono escrito en un papel y bajo el nombre de Arturo Beltrán. Me ha llamado antes que a la embajada porque vio que mi nombre era en español; y porque deduzco, le gusta dar malas noticias. Supongo que has de estarte preguntando: ¿Cómo Morris ha ido a dar hasta Suramérica y porque le dan el título de “Arqueólogo” cuando ambos sabemos que jamás puso un pie en la universidad? La respuesta es algo complicada y te la contare la próxima vez. Por ahora quería que supieras que me voy en el primer vuelo rumbo a Lima.

Te mantendré informada,

Arturo

domingo, 16 de noviembre de 2008

Idolatría

¿Y qué hay de malo con la melancolía? ¿No tiene acaso su dulzura? Derrumbarse sobre el sillón en la penumbra y dejarse seducir por Etta James cantando “Sunday Kind of Love” ¿No es algo placentero?  Sentir las grabaciones viejas sacar de los recovecos las cenizas de nuestras vidas pasadas en efímeros cuatro o cinco minutos es algo casi adictivo debo admitir. Este Blog es muy triste y sin brillo ha dicho el amigo Jesús la otra tarde. Vino a la librería con su hija Maya y nos hemos enfrascado junto a Héctor en una larga tertulia de horas. Discutimos sobre la opinión de Sardanápalo (El lector anónimo ahora con seudónimo) y su franqueza. Hablamos también de Rayuela y ese sueño del que me han mandado a despertar. El amigo Jesús me ha dicho que el libro en sí no importa sino las palabras, algo en lo que estoy de acuerdo en cierta parte; y sin embargo aunque no quería justificarme lo he terminado haciendo de todas formas. Le he explicado que para mí, el objeto de mi idolatría es el libro; su sola presencia física ejerce sobre mí algo que aún no logro descifrar. Borges contaba que estando ya ciego y sin siquiera poder leer se sentía reconfortado por la certeza de que los libros se encontraban en sus respectivos libreros; una especie de compañía invisible que le generaba sosiego en las horas largas. He de comentar que hay varios libros que significan mucho para mí incluso más allá de las palabras. Por ejemplo “Aura o Las Violetas” de Vargas Villa, edición 1938 y que es un regalo de mi Padre; Siddartha de Herman Hess, pues fue el regalo de una amiga. Cabe mencionar de paso que un nuevo libro incorporado a mi colección y que cuenta con el atributo de especial es “Cuentos Completos 2” de Cortázar, regalado por Jesús y Maya. Sí, esta idolatría que le profiero a los libros es algo de lo que no siento vergüenza alguna.