lunes, 14 de febrero de 2011
La Chispa Desentonada
No se ve nada pero se puede escuchar.
viernes, 28 de mayo de 2010
A lie can never be undone. Even the Truth is not enough
He estado pensando en Paul Auster. Lo cite la otra vez y de pronto una vocecita en mi interior me reclamó la aclaración de la frase. Como si el alter ego de Cortázar me invitara a entrar en una dimensión Morelliana; explicar entonces que la voz de un personaje no es necesariamente la voz del escritor. Que el triunfo del novelista sería en todo caso construir un personaje que tuviera vida propia, y por consiguiente opinión propia.“A lie can never be undone. Even the truth is not enough” es entonces una que le debemos a Peter Stillman, el extraño personaje de la novela City of Glass; un hombre que encierra en una habitación a su hijo pequeño durante más de 10 años, sin dirigirle la palabra, sin enseñarle Inglés con la esperanza de que el aprenda o recupere el lenguaje original del hombre; el que existía cuando los hombres construían la Torre de Babel, antes que Dios creara todas las lenguas.
sábado, 20 de junio de 2009
Cinco
Querida Roxana:
Este quizá te parezca el mensaje más largo que te he mandado pero es necesario que lo haga pues no sé cuándo podré enviarte otro. Han pasado ocho días desde que termine de leer los diarios, escritos y todos los artículos que Morris y el alemán dejaron; estoy a punto de partir en una misión sin sentido, obligado en cierta forma por Diane y la familia Morris. Es tanto que no sé por dónde empezar.
Al parecer la decisión de partir nació el día que el Alemán le conto a Morris todo lo que venía investigando, y que comenzó con un libro viejo encontrado en octubre de 1972 en un baúl en la ciudad de Nümberg, Alemania. Este perteneció al abuelo del alemán, un arqueólogo que tras estudiar a fondo la cultura Inca, fue reubicado por órdenes del gobierno nazi en Egipto, lugar donde falleció sin poder terminar de escribir el libro que según él, cambiaria por completo el concepto de historia que tenemos actualmente. Los datos rozan con lo inverosímil. Según estos, fue por el año 1576 cuando el explorador José Antonio Toledo partió de Lima con la meta de llegar al océano atlántico por una ruta que no fuera la de Francisco de Orellana. La empresa era considerada un imposible, y de hecho jamás pudo completarla. Para evitar quedarse sin provisiones, decidió que su estrategia sería diferente; avanzaría lentamente y haciendo uso de los recursos que la selva ofrecía. El pensaba que si había tribus viviendo en la selva era porque era posible sobrevivir a ella, siempre le recordaba a sus compañeros que la razón por la que el rio se llamaba amazonas, era porque Francisco de Orellana había luchado contra mujeres guerreras en la selva. Lo que probaba la posibilidad de subsistir por tiempo indefinido dentro de la jungla. Tomo consigo indígenas y algunos soldados, viajo durante un mes antes de encontrarse en apuros, llevaban pues dos o tres días sin encontrar agua. Los rayos del sol apenas si llegaban hasta el suelo de la jungla y era difícil seguir la trayectoria del sol debajo de los arboles. Sin embargo encontraron un inmenso claro en la selva al que él llamaría “La tregua”, pues les dio un respiro en medio de una interminable vegetación.
El inmenso claro era una sabana de dimensiones no especificadas, pero que según los pocos datos era lo suficientemente grande para poseer pequeñas “islas” de vegetación a lo largo de kilómetros y kilómetros de llanura. En una de estas pequeñas islas encontraron una pequeña laguna de la que bebieron y se alimentaron con carne de lagarto. No transcurrieron muchos días antes que uno de los indios divisara columnas de humo proviniendo de una de estas “Islas” de vegetación; levantaron el campamento rápidamente y se dirigieron al lugar, una hora después llegaron y para su sorpresa encontraron una aldea en llamas y mujeres amarradas. Unos indígenas, al parecer soldados de otra tribu masacraban sin discriminación a los hombres restantes, entre ellos niños. Instintivamente Toledo y sus hombres defendieron a los supervivientes y entablaron batalla, el acero y la pólvora les dieron una amplia ventaja, desde el primer disparo ya estaba ganada la batalla pues el enemigo estaba asustado de muerte con el estruendo de las armas de fuego y las espadas forjadas que brillaban y cortaban sin piedad.
La lengua usada por estos indígenas era diferente a la de los compañeros de viaje, pero la gratitud no conoce lenguaje y se refleja en una mirada sincera. Sin darse cuenta, ya se encontraban escoltando a lo quedaba del resto de la aldea a otra cercana donde al parecer les darían cobijo.
Roxana, debo decirte que tengo mis dudas en contarte más pues lo que sigue es simplemente difícil de creer; he luchado con esto desde el mismo instante en que leía todo esto. Te contare el resto, te contare todo, pero debo primero comprobar algo. El sobrino de Nicodemo a acordado con regresar para dar información en cuanto sepamos algo nuevo, el te enviara el próximo mensaje.
Arturo.
jueves, 5 de febrero de 2009
miércoles, 21 de enero de 2009
Cuatro
Querida Roxana:
La desolación es un viento frio que se cuela al abrir la ventana, repentino e imprudente lo besa todo con su aliento y no deja cabida para la esperanza. Contrario a todo lo que esperaba, a lo que estúpidamente había estado imaginando; Nicodemo ha venido a ponerme los pies sobre la tierra y a explicarme con su parsimonioso tono de voz que hay pocas probabilidades de encontrar a Morris con vida, a caso restos de sus pertenencias si tenemos suerte. La selva es un lugar lleno de muerte por irónico que esto sea. Es implacable y no perdona los descuidos. Se ha marchado a preparar una expedición de búsqueda, pero haciendo hincapié en no esperar demasiado de ella.
Me quede solo en la habitación y por primera vez repare en lo absurdo de mis ideas, tan lejos de la realidad, más parecidas a una película de aventura o alguna novela de Salgari. Supongo que todos en algún momento nos sentimos aventureros, olvidando que una verdadera aventura siempre conlleva un peligro de muerte. Es esa posibilidad la que da significado a la palabra. Hoy antes de dormir, mientras te escribo esto, me doy cuenta que jamás he estado frente a la muerte.
Mañana empezare a leer las notas, el diario, todo lo que Morris ha dejado en esta habitación y espero, encontrar un porqué, una razón lógica para esta empresa, que hoy, comprendo es una locura.
Arturo.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Tres
Querida Roxana:
No puedo negar que me ha decepcionado tu silencio, que me ha entristecido de muerte el no encontrar alguna respuesta por muy fría que esta fuera. No lo digo solo por mí, también te lo digo porque creí que después de todo lo que pasamos con Morris estarías interesada en saber acerca de su paradero. En fin, me jure no reprocharte nada y sin embargo lo estoy haciendo. Lo lamento, no estoy en posición alguna para algo como esto. Yo mismo no logro perdonarme y se bien que tú jamás lo harás. Qué triste que nunca me dieras la oportunidad de explicarte cuan complicado fue aquello que nos separo y levanto una muralla invisible entre los tres.
He andado por Iquitos durante dos días. Recabando información y me estoy hospedando en la misma habitación que él ocupo por meses, de hecho, si todas sus cosas están acá intactas es porque el pagó por adelantado varios meses. Ahora estoy más preocupado que nunca; las paredes están llenas de fotografías, papeles, recortes de periódicos y extraños símbolos, hay mapas por doquier, han sido alterados y tienen anotaciones con la inconfundible letra de Morris. La gente me ha comentado que se le vio mucho con un arqueólogo al que todos llamaban “El Alemán” debido a su impronunciable nombre. Me he puesto en contacto con un supuesto amigo de ambos, un tal Nicodemo, aunque solo hemos hablado por teléfono, fácilmente apostaría que es un indígena pues su español posee un marcado acento. El vendrá mañana para ayudarme a examinar la evidencia, tengo la esperanza de que los mapas nos den una idea de donde comenzar a buscar.
Atentamente,
Arturo.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Dos
Querida Roxana:
He llegado sin problemas a Lima. Me he hospedado en este hotel de dudosas tres estrellas desde donde te escribo esta noche. He regresado de comprar algunas cosas y me ha costado tanto decidirme a escribirte de nuevo. Durante todo el vuelo me he reprochado calladamente a mi mismo por haberte contactado después de tanto tiempo, rompiendo un silencio de tantos años, un silencio que sin querer acordamos mutuamente; sin embargo supe desde el primer instante que debías saber lo que estaba pasando con Morris. Es por ello que enviarte un correo electrónico fue más sencillo que levantar el teléfono y marcar tu número, enfrentarme a tu voz e imaginarte del otro lado sosteniendo el auricular y quizá incluso escuchar tu aliento, es algo para lo que no me siento listo aún.
Todo comenzó con un sueño. La mañana aquella en que Morris me despertó diciendo que tenía una idea grandiosa para una novela de ciencia ficción, yo me limite a recordarle que jamás había terminado nada en su vida; sin embargo, como ya sabrás Morris es muy pasional en todo lo que hace; así pues, renunció a su trabajo en Virgin Records y con sus ahorros (si es que tenia) y la ayuda de sus padres se refugió en el apartamento que compartíamos a “escribir” durante varios meses. Debo confesarte Roxana que jamás tuve fe en él, demasiadas veces lo encontré sentado en el sofá de la sala jugando sus estúpidos videojuegos y excusándose cuando yo le recordaba que tenía una novela que terminar, que eso era indispensable para relajarse y poder concentrarse después en su trabajo. La vida suele ser bastante irónica. Varios meses después que Morris entregara su manuscrito a un agente literario, recibió una llamada un tanto inusual; le proponían pues, no publicar la historia como un libro, en cambio convertir la historia en un videojuego. Como has de suponer Morris acepto sin dudarlo un segundo. Cuando el juego salió se convirtió automáticamente en un bestseller, dándole dinero suficiente para financiar su siguiente empresa basada en otro sueño: Un monolito descubierto entre la maleza.
Una tarde entró con una revista National Geographic en la mano; la arrojó sobre mi escritorio y me pidió que leyera un articulo llamado: “Lost Cities” En el se explicaba sobre recientes descubrimientos arqueológicos que confirmaban la existencia de antiguas ciudades perdidas dentro de la región amazónica. Después de leerlo Morris inicio un largo discurso sobre la Cábala y el lenguaje de los sueños, de cómo aquella vez que se decidió a escribir logro algo importante para él, y que esta vez estaba convencido que debía dirigirse hacia el amazonas y encontrar aquel monolito, el ídolo de oro que había soñado y del que no me había querido contar antes. Por supuesto que trate de disuadirlo pero nada funciono, compró una gran cantidad de libros sobre historia y arqueología que para mi sorpresa leyó con afán. Dos meses después de mudarme con Diane pase a visitarlo pues ella estaba muy preocupada por él; esta vez estaba irreconocible, sereno, afable. Con una barba de meses y con tantos los libros y apuntes por doquier, fácilmente hubiera pasado por un intelectual, un hombre de ciencia o cultura. Hablamos durante horas del mismo tema, de su viaje a Perú, de la cultura Inca, de las teorías acerca de Paititi, y tantas otras cosas que a decir verdad, no les tome importancia. Para no hacerlo más largo Roxana; Morris se marchó hace nueve meses. Al principio se comunicaba mucho, conforme las semanas fueron pasando sus contactos se hicieron esporádicos y fueron cesando hasta la nada que preocupaba pero que al mismo tiempo brindaba cierta esperanza. “Las malas noticias viajan rápido” solíamos decir. Pare ser que en el Amazonas no.
Un abrazo,
Arturo
domingo, 23 de noviembre de 2008
Uno
Querida Roxana:
Morris se ha perdido y esta vez no queda duda alguna. La llamada nos ha despertado a las cuatro de la mañana de un miércoles cualquiera y ha dejado en nosotros un sentimiento de incertidumbre que alarga tortuosamente nuestros minutos. Un tal Capitán Rodríguez nos ha llamado desde Iquitos, la ciudad peruana más grande a orillas del rio Amazonas. Nos ha informado que doce días atrás cerca de Paraíso, población dentro de la selva, han encontrado a un hombre mal herido; este después de dos días inconsciente ha despertado para decir que estuvo en una expedición con el arqueólogo estadounidense Benjamin Morris. El capitán Rodríguez ha llegado al hotel donde se hospedo la última vez en la ciudad y donde aún conservaba muchas pertenencias, entre ellas nuestro número de teléfono escrito en un papel y bajo el nombre de Arturo Beltrán. Me ha llamado antes que a la embajada porque vio que mi nombre era en español; y porque deduzco, le gusta dar malas noticias. Supongo que has de estarte preguntando: ¿Cómo Morris ha ido a dar hasta Suramérica y porque le dan el título de “Arqueólogo” cuando ambos sabemos que jamás puso un pie en la universidad? La respuesta es algo complicada y te la contare la próxima vez. Por ahora quería que supieras que me voy en el primer vuelo rumbo a Lima.
Te mantendré informada,
Arturo
domingo, 16 de noviembre de 2008
Idolatría
¿Y qué hay de malo con la melancolía? ¿No tiene acaso su dulzura? Derrumbarse sobre el sillón en la penumbra y dejarse seducir por Etta James cantando “Sunday Kind of Love” ¿No es algo placentero? Sentir las grabaciones viejas sacar de los recovecos las cenizas de nuestras vidas pasadas en efímeros cuatro o cinco minutos es algo casi adictivo debo admitir. Este Blog es muy triste y sin brillo ha dicho el amigo Jesús la otra tarde. Vino a la librería con su hija Maya y nos hemos enfrascado junto a Héctor en una larga tertulia de horas. Discutimos sobre la opinión de Sardanápalo (El lector anónimo ahora con seudónimo) y su franqueza. Hablamos también de Rayuela y ese sueño del que me han mandado a despertar. El amigo Jesús me ha dicho que el libro en sí no importa sino las palabras, algo en lo que estoy de acuerdo en cierta parte; y sin embargo aunque no quería justificarme lo he terminado haciendo de todas formas. Le he explicado que para mí, el objeto de mi idolatría es el libro; su sola presencia física ejerce sobre mí algo que aún no logro descifrar. Borges contaba que estando ya ciego y sin siquiera poder leer se sentía reconfortado por la certeza de que los libros se encontraban en sus respectivos libreros; una especie de compañía invisible que le generaba sosiego en las horas largas. He de comentar que hay varios libros que significan mucho para mí incluso más allá de las palabras. Por ejemplo “Aura o Las Violetas” de Vargas Villa, edición 1938 y que es un regalo de mi Padre; Siddartha de Herman Hess, pues fue el regalo de una amiga. Cabe mencionar de paso que un nuevo libro incorporado a mi colección y que cuenta con el atributo de especial es “Cuentos Completos 2” de Cortázar, regalado por Jesús y Maya. Sí, esta idolatría que le profiero a los libros es algo de lo que no siento vergüenza alguna.
jueves, 30 de octubre de 2008
Rayuela
He tenido un sueño extraño. En él, viajaba a través de México, creo que estaba en Oaxaca; y en una librería de libros usados encontraba esta Rayuela de pasta dura con una hermosa fotografía de París en otoño. Era un libro tan hermoso que pague alguna cantidad ridícula, pero salí del lugar campante y feliz, sabiendo que salía con un magnifico tesoro bajo el brazo. Me sentaba en un parque y acariciaba el libro con devoción y una felicidad inexplicable. Mi Rayuela es una versión de bolsillo carcomida por uno de mis perros en la esquina, demasiado gastada y barata a decir verdad. Siempre he querido tener una versión más decente del libro, con letra grande para ayudar a mi defectuosa visión. Sin embargo aún no la consigo. Volviendo al sueño, pasaron más cosas y algunas demasiado extrañas, entonces lo supe, me aterre, y no cabía duda alguna, estaba soñándolo. Aún estaba dormido y sabía que al despertar el libro no me podría acompañar, me entristecía la idea de dejarlo al otro lado, en el universo onírico. Me aferraba a la idea de quizá al despertar estaría allí, a mi lado, desafiando a la razón, como en un cuento de Cortázar, de esos con finales tan inesperados que uno mismo ya espera esos finales. Pero no ha sucedido, al despertar el libro ya no estaba entre mis manos, y con un suspiro pensé que es una lástima no poder traer nada del otro lado. Creo que busque la moraleja si es que tenía alguna, digamos entonces que tampoco tiene mucho sentido afanarse tanto de este lado por tener cosas que no podremos llevar al otro lado cuando nos durmamos para ya no despertar (trilladísimo concepto que nunca ponemos en práctica) Bueno, he releído algunos capítulos de Rayuela, ese libro que nunca termina y al que hay que volver de cuando en cuando para beber un sorbo más.
domingo, 19 de octubre de 2008
Introspección
He rebasado la mitad de mi vida:
El lugar donde haya nacido ya no importa, tan solo importa el lugar donde he de morir.
jueves, 16 de octubre de 2008
Libreta de Apuntes
En el instante mismo que tomo la guitarra la inspiración vuela en un aleteo desesperado como ave espantada. Es penoso entonces terminar de rodillas recogiendo plumas sueltas para formar un rústico bosquejo de lo que fuera una brillante melodía. Esto suele pasarme también en el ambiente literario. Fantásticas ideas suelen posarse en un árbol imaginario situado entre lo etéreo y lo terreno; a veces caminando de regreso a casa por Washington Avenue, a la altura de French Street, abruptamente vienen a mi pasajes de increíble claridad narrativa, la retórica se vuelve entonces un respirar, una natural consecuencia del existir, pienso literariamente durante el resto del trayecto. Pero al llegar a casa y al encender la máquina, todo se esfuma de igual manera, dejan abandonado el árbol y me quedo entonces escribiendo estas caricaturescas versiones. Así pues, después de tanto pensarlo decidí comprar una libreta de apuntes. Es de color café oscuro y en cuya portada reza acertadamente la frase “Ideas”, posee una pasta sintética que la hace parecer de cuero y un compartimiento en la parte última en donde ahora pongo mi dinero, prescindiendo así de la tradicional billetera. Sin embargo, desde el primer día sentí la absurda necesidad de escribir algo en ella, el solo conocimiento de su ubicación me llenó de zozobra y suspicacia por la bolsa trasera de mi pantalón; este sentimiento solo ha servido para a alejar a tan escurridiza musa que caprichosamente se me aparece en los momentos más sorpresivos. Aún la sigo esperando, y dejo de vez en cuando la libreta en casa, confiando en que esta vez la memoria no me fallara y lograre retener las palabras que justificaran tanto deseo y tanta obsesión por escribir.
martes, 14 de octubre de 2008
Página
Acá estoy frente a la página en blanco. La eterna batalla de arrancarle a palabras la inmortalidad, de morir tratando, de tratar girando sobre el mismo verso que despertó algo que supongo ya habitaba en mí, pero que agazapado se escondía esperando un tiempo mejor. Perder de a poco la cordura o al menos la comprensión de los demás es un rito que no se puede sustituir. ¿Qué es el escritor sin su libro? Pregunta que me hago muy menudo. A veces me parece una infinita posibilidad, como un mundo entero por descubrir, algo que siempre me alegra el espíritu. Pero otras veces, por ejemplo, cuando veo al escritor ya publicado devanándose en las preocupaciones de la fama y el dinero, de complacer a los lectores asiduos y a los detractores, me siento consternado y llego a creer que el escritor sin su libro es el arte puro e inmaculado aún. Pensamiento que viene a mí ahora, cuando veo la pagina que ya no está en blanco.