jueves, 30 de octubre de 2008

Rayuela


He tenido un sueño extraño.  En él,  viajaba a través de México, creo que  estaba en Oaxaca;  y en una librería de libros usados encontraba esta Rayuela de pasta dura con una hermosa fotografía de París en otoño. Era un libro tan hermoso que pague alguna cantidad ridícula, pero salí del lugar campante y  feliz,  sabiendo que salía con un magnifico tesoro bajo el brazo. Me sentaba en un parque  y acariciaba el libro con devoción y una felicidad inexplicable. Mi Rayuela es una versión de bolsillo carcomida por uno de mis perros en la esquina, demasiado gastada y barata a decir verdad. Siempre he querido tener una versión más decente del libro, con letra grande para ayudar a mi defectuosa visión.  Sin embargo aún no la consigo. Volviendo al sueño, pasaron más cosas y algunas demasiado extrañas, entonces lo supe, me aterre, y no cabía duda alguna, estaba soñándolo.  Aún estaba dormido y sabía que al despertar  el libro no  me podría acompañar, me entristecía  la idea de dejarlo al otro lado, en el universo onírico. Me aferraba a la idea de quizá  al despertar estaría allí, a mi lado, desafiando  a la razón, como en un cuento de Cortázar, de esos con finales tan inesperados que uno mismo ya espera esos finales.  Pero no ha sucedido, al despertar el libro ya no estaba entre mis manos, y con  un suspiro pensé que es una lástima no poder traer nada del otro lado. Creo que busque la moraleja si es que tenía alguna, digamos entonces que  tampoco tiene mucho sentido afanarse tanto de este lado por tener cosas que no podremos llevar al otro lado cuando nos durmamos  para ya no despertar (trilladísimo concepto que nunca ponemos en práctica)  Bueno, he releído algunos capítulos de Rayuela, ese libro que nunca termina y al que hay que volver de cuando en cuando para beber un sorbo más.

domingo, 19 de octubre de 2008

Introspección

 


 

He rebasado la mitad de mi vida:

 El lugar donde haya nacido ya no importa, tan   solo  importa  el lugar donde he de morir.

jueves, 16 de octubre de 2008

Libreta de Apuntes

En el instante mismo que tomo la guitarra la inspiración vuela en un aleteo desesperado como ave espantada. Es penoso entonces terminar de rodillas recogiendo plumas sueltas para formar un rústico bosquejo de lo que fuera una brillante melodía. Esto suele pasarme también en el ambiente literario. Fantásticas ideas suelen posarse en un árbol imaginario situado entre lo etéreo y lo terreno; a veces caminando de regreso a casa por Washington Avenue, a la altura de French Street, abruptamente vienen a mi pasajes de increíble claridad narrativa, la retórica se vuelve entonces un respirar, una natural consecuencia del existir, pienso literariamente durante el resto del trayecto. Pero al llegar a casa y al encender la máquina, todo se esfuma de igual manera, dejan abandonado el árbol y me quedo entonces escribiendo estas caricaturescas versiones. Así pues, después de tanto pensarlo decidí comprar una libreta de apuntes. Es de color café oscuro y en cuya portada reza  acertadamente la frase “Ideas”, posee una pasta sintética que la hace parecer de cuero y un compartimiento en la parte última en donde ahora pongo mi dinero, prescindiendo así de la tradicional billetera. Sin embargo, desde el primer día sentí la absurda necesidad de escribir algo en ella, el solo conocimiento de su ubicación me llenó de zozobra y suspicacia por la bolsa trasera de mi pantalón;  este sentimiento solo ha servido para a alejar a tan escurridiza musa que caprichosamente se me aparece en los momentos más sorpresivos. Aún la sigo esperando, y dejo de vez en cuando  la libreta en casa, confiando en que esta vez la memoria no me fallara y lograre retener las palabras que justificaran tanto deseo y tanta obsesión por escribir.

martes, 14 de octubre de 2008

Página

Acá estoy frente a la página en blanco.  La eterna batalla de arrancarle a palabras la inmortalidad, de morir tratando, de tratar girando sobre el mismo verso que despertó algo  que supongo ya habitaba en mí, pero que agazapado se escondía esperando un tiempo mejor.  Perder de a poco la cordura o al menos la comprensión de los demás es un rito que no se puede sustituir.  ¿Qué es el escritor sin su libro? Pregunta que me hago muy menudo.  A veces me parece una infinita posibilidad, como un mundo entero por descubrir, algo que siempre me alegra el espíritu. Pero otras veces, por ejemplo, cuando veo al escritor ya publicado  devanándose  en las preocupaciones  de la fama y el dinero, de  complacer a los lectores asiduos  y  a los detractores, me siento  consternado y llego a creer que el escritor sin su  libro es el arte puro e inmaculado aún. Pensamiento que viene a mí ahora, cuando veo la pagina que ya no está en blanco.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Un vicio más

Me siento durante horas a escribir y no escribo nada. Al menos no algo que valga el consumo de recursos, es decir: de tiempo, de café, de los cigarrillos de nueve dólares la cajita, de la electricidad del ordenador, del ventilador, de la lámpara que no alumbra, que solo da ambiente,  y  el estéreo tocando a Charlie Parker (quizá me encuentre una migaja de lo ya escrito) Estoy tratando de escribir el cuento ese que me desvela cada noche. Que irónicamente es sobre alguien que no puede dormir y es  atormentado por un libro. Cualquier semejanza con la vida real es pura coincidencia. Lo estoy soñando y eso sí que es  grave. Pero no lo puedo terminar, lo reescribo una y otra vez, y cada vez me sale peor; mutaciones aleatorias digamos, lo peor  es no lo puedo dejar porque me reclama obsesivamente que no está terminado.  Intento leer un poco antes de volver a lo de traducir el libro de Sarah. Ella en su inocencia no entiende que es más importante para mi hacerlo que para ella tenerlo. Para mí es un génesis para ella una especie de expansión creativa. Pero el calor no me deja concentrarme, estamos a dos o tres grados del punto de ebullición me parece, la sangre hierve y no deja pensar. Me muero de la impaciencia, quiero que  acabe el verano, que  llegue el otoño y el  invierno para poder quejarme entonces del frío. Recibo un correo de Guatemala y se abre la herida que tengo en el costado, algo me espera o mejor dicho se desespera allá. Pero hace algunos días las cosas empezaron a cambiar tanto acá que debo admitir, estoy dudando que mi regreso a Guatemala se concrete en menos de cinco años. La posibilidad de no regresar es una planta que crece día a día extendiendo sus ramas en todas las direcciones imaginables. Me temo, no se debe planear demasiado la vida porque esta suele ser caprichosa y le gusta hacernos quedar mal.